Acabado de cantar este soneto, pararon un poco, tañendo quatro vihuelas de arco y un clavicordio tan concertadamente que no sé si en el mundo pudiera aver cosa más para oír ni qué maior contento diera a quien la tristeza no tuviera tan sojuzgada como a mí. Y luego començaron quatro vozes muy acordadas a cantar esta canción: /Canción/ No me quexo yo del daño
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