No me mandes, Amarílida, que cante pues entiendes la razón que tengo de llorar todos los días que el alma no desampare estos cansados miembros, que puesto caso que la música es tanta parte para hazer acrecentar la tristeza del triste como la alegría del que más contento vive, no es mi mal de suerte que pueda ser desminuydo ni acrecentado con ninguna industria humana Aquí tienes tu çampoña, tañe, canta, pastora, que muy bien lo puedes hacer [...]
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