Avisos para los Predicadores

Complete title: 
Avisos del Padre Maestro Augustin Salucio para los predicadores del santo evangelio
Year (text): 
1590 (ca.)
Editor: 
manuscript source [compiled by the end of the 16th century]
Place: 
Sevilla?
Modern editions: 
Barcelona: Juan Flors, 1959 (ed. Álvaro Huerga)
Edition used: 
Barcelona: Juan Flors, 1959 (ed. Álvaro Huerga)

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Details

Volume: 
Page: 
131
Folio: 

Y así como no siempre que el profeta quisiere podrá profetizar, así no siempre el predicador podrá predicar bien, aunque quiera, no sólo porque la disposición del instrumento no está siempre en el punto que debe para ser templado, sino porque esto no es arte ni cae debajo de preceptos y reglas. Así como templado muy bien el instrumento no suena música porque no mueve las manos quien suele hacer estos efectos.

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Volume: 
Page: 
132
Folio: 

Con todo eso, sabemos que Elíseo, deseando profetizar un día y hallándose sin el don, hizo que le trajesen un músico que le sonase un p salterio; y aquella música lo recogió y como que le redujo y trajo a sí mismo; y, recogido, sintió que le había acudido el don del Espíritu Santo que deseaba. Debía el santísimo varón tener experiencia de que aquella música le recogía y que, al recogimiento, se solía seguir el don, no forzado sino convidado.

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Volume: 
Page: 
168
Folio: 

Con todo eso, quien enseña a danzar, algo más enseña que a andar, con cierta razón de número y compás que no saben todos sin maestro o sin largo uso en vez de maestro.

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Volume: 
Page: 
179
Folio: 

Persuádase el predicador que, como el diácono cada año, sin enfado suyo ni de quien lo oye, canta el mismo evangelio y, si tiene linda voz y lo dice con buena gracia, da gusto, así sube él en el púlpito no más que a declarar lo que el diácono ha cantado y, si lo sabe bien decir, eso basta para ser bien oído.

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Volume: 
Page: 
189
Folio: 

Propónense luego las palabras del tema, una sola vez, en un buen tono, porque decirlas dos, una muy bajo y otra más alto, es demasiado.

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Volume: 
Page: 
p133-134
Folio: 

Diré, pues, en razón de esto, algo que es lo que a mí se me figura que, de parte suya, debe de hacer uno que de veras desea que nuestro Señor le tome por instrumento y se sirva de él para tan alto oficio, que es decir cuál será el p salterio que se ha de procurar oír como para el don de la profecía.

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Volume: 
Page: 
p194-197
Folio: 

Pedida la gracia, se comienza el sermón, cuya parte primera es el exordio. Pero antes que de él digamos, se ha de decir algo de la voz y tono de ella. Digo, pues, que se ha de poner en punto que sea oído igualmente de todos los que están en el auditorio […] Algunos desde el principio toman un hilo y se van por él hasta el cabo, sin variar ni tomar tono. No predican éstos, sino rezan, como los ciegos sus oraciones; y aún algunos ciegos están en esto más advertidos, que acomodan la voz a lo que van diciendo. Otros, desde el principio comienzan lamentando hasta el cabo, en cualquier argumento que traten en el púlpito; y son más penosos de oír que esotros y más importunos, porque naturalmente hiere el oído y lo azota aquel tono triste, aun cuando las cosas que se dicen demanden tristeza. Ya experimentamos cuán molestos son los cantos de los buhos y cuervos y de esotras aves nocharniegas y cuánta pena nos causan […] Hay quien, de frecuentar la comedia, se le ha pegado el tonillo de los farsantes, que es muy desautorizado y, para el púlpito, desconvenientísimo, donde se habla de veras. Otros [hay] que ponen toda la felicidad de su predicar en un grito con que les parece que todo tiembla, o que la palabra penetra más si es más extendido o más alto el tono con que se pronuncia. Oído he alguno que pregonaba y, en sólo decir esta palabra: "alma", puesta la voz en una quincena, estaba largamente un credo rezado […] El acertar es simple y de un modo; y éste es hablar de manera que el auditorio oiga y entienda lo que se dice, porque predicar no es sino, a lo que yo entiendo, hablar con algunos de su provecho, de modo que lo perciban y entiendan.