Y tomando [Arsileo] un rabel que cerca de sí tenía le començó a templar para hazer lo que la pastora [Amarílida] le mandava. Felismena, que acechando estava, oyó muy bien lo que el pastor y pastora passavan [...] Y estando atenta, vió cómo el pastor començó a tocar el rabel tan divinamente que parecía cosa del cielo, y aviendo tañido un poco con una voz más angélica, que de hombre humano, dió principio a esta canción./Ay, vanas esperanças, quántos días [...]/ Esto cantó con muchas lágrimas y la pastora lo oyó con grande contentamiento de ver la gracia que tañía y cantava, mas el pastor, después que dió fin a su canción, soltando el rabel de las manos, dixo contra la pastora [...]